Textos folclóricos.
La transmisión oral de relatos y cuentos se ha ido perdiendo a lo
largo de la historia entre otras razones, hoy en día por la explosión de medios
tecnológicos de los que estamos rodeados. Incorporar literatura tradicional
oral en la escuela hace que el niño se sumerja en la historia propia, que viva
la palabra que ha perdurado a través de los siglos, además de llenarlo de
sensibilidad y afectividad. De comunicación cercana y el saber escuchar. Dejar
volar la imaginación en las manos de una voz que relata, ha sido una constante
en el pensamiento de los niños de todos los tiempos y es algo que no debemos
perder. De todo ello subyace la importancia de que estos textos se cuenten
oralmente, cambiándolos y adaptándolos si fuera necesario para el público que
nos escucha.
Cabe destacar, que cuando narremos en el aula estos textos los
niños no se identificarán con los personajes ya que suelen ser adolescentes por
lo que aspirarán a ser como ellos (o querrán no ser como ellos). No hay que dar
respuestas, hay que mostrar y hacer reflexionar. No se trata de enseñar nada,
se trata de que disfruten escuchando la historia y que se enamoren de la
literatura. Por ello tampoco hay que explicar los cuentos, no hay que buscar
una enseñanza práctica, hay que dejar que los niños se expresen y que decidan
que les hace sentir el cuento.
Me gustó mucho la práctica que nos contó Irune que hicieron en un
aula con niños de tres años y el cuento de los tres cerditos, esto suscitó en
mi la curiosidad y despertó en mi imaginación un montón de posibilidades con los
textos escogidos.
He escogido un cuento de Hans Christian Andersen – El traje nuevo
del emperador, porque además de ser uno de los cuentos que más me hacía reír en
mi infancia, Andersen escribía para niños y desde mi experiencia propia es un
cuento cargado de sensibilidad y matices.
Por otro lado, he escogido dos cuentos son de Perrault. Con estos
cuentos me gustaría acercar los pequeños cuentos que, aunque inicialmente eran
para adultos, al ser adaptados y contados de la manera correcta pueden ser
historias preciosas para niños. De hecho, las adaptaciones de este autor
provienen de la nodriza de su hijo a la que escuchaba cuando le contaba los
cuentos.
Mis tres cuentos escogidos son:
-
El traje nuevo del emperador – Hans Christian Andersen
-
El gato con botas -
Charles Perrault
-
Las hadas - Charles
Perrault
El traje nuevo del emperador – Hans Christian
Andersen (Adaptación C.Máñez)
Nota: El texto ha sido modificado para alumnos de 5-6 años. La
cursiva son palabras o frases adaptadas y el tachado son las frases originales.
Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a
los trajes nuevos, que gastaba todo su
dinero en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro,
ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus
trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día. , y de la
misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se
decía: “El Emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y
siempre había mucho ruido. Todos los
días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos pillos que se hacían pasar por
tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente
los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas eran invisibles para las personas tontas y
en cambio los más listos podrían verlas.con ellas confeccionadas poseían
la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo
o que fuera irremediablemente estúpida.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el
Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son más tontos para el cargo que ocupan.
Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan
enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto
en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban;
pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las
sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se escondían embolsaron bonitamente, mientras seguían
haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó
el Emperador.
Pero
algo le preocupaba mucho. Si el no veía la tela en la que estaban trabajando
los sastres significaría que el era tonto. Por eso, prefirió no arriesgarse y
mandar primero a otro para que se asegurase de como avanzaban en su trabajo.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los
tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para
juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien
desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la
sala ocupada por los dos mentirosos embaucadores,
los cuales seguían trabajando en los telares vacíos.
“Ay, pero si
no veo nada, ¿será que soy tonto?” – pensó para sus adentros. Pero por miedo a
que fuera tonto de verdad no dijo nada.
Los dos mentirosos
fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba
magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre
seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.
«¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie
tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no
puedo decir que no he visto la tela».
-¿Qué? ¿Qué le
parecen las telas? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno
de los tejedores.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo
ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde
luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.
-Nos da una buena alegría -respondieron los dos
tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo.
El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para
poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y
oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos,
pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes,
trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario
de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría
pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como
en el telar no había nada, nada pudo ver.
-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los
dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que
tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y
se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo
por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
-¡Es maravilloso
digno de admiración! -dijo al Emperador.
Todos los habitantes
moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el
Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar.
Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los
dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde
paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas,
aunque sin hebras ni hilados.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos
honrados funcionarios dignatarios-.
Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar
vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto
es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la
apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar
que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y
remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar,
como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los
vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse
próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca,
y todo el mundo parecía súper contento
extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno
de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró
tejedores imperiales.
Durante toda la noche antes que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores
estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente
viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del
Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y
coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está
listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros
principales, y los dos tramposos
levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí
tienen el manto… Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno
creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la
tela.
-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que
no veían nada, pues nada había.
-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje
que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante
del espejo?
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente!
-exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-.
¿Verdad que me sienta bien? – y se volvió
volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía
el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola
bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de
sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían
nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio,
mientras la gente el gentío,
desde la calle y las ventanas, decía:
-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del
Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que
nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún
traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia!
-dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de
decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no
lleva nada!
-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo
entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba barruntaba
que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió
más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la
inexistente cola.
FIN
El gato con botas - Charles Perrault
(adaptación texto C.Máñez)
Nota: El texto ha sido modificado para alumnos de 5-6 años. La
cursiva son palabras o frases adaptadas y el tachado son las frases originales.
Un molinero
dejó, como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El
reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario.
Habrían consumido todo el pobre patrimonio.
El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro y al
menor le tocó sólo el gato.
El
menor estaba muy triste con su herencia. Pensaba que la de sus hermanos era
mucho mejor. Y decía:
-Mis hermanos podrán ganarse la vida convenientemente trabajando
juntos; lo que es yo, después de comerme a mi gato y de hacerme un manguito
con su piel, me moriré de hambre. Pero
¿yo que voy a hacer con un gato?
El gato, que escuchaba estas palabras, pero se hacía el
desentendido, le dijo en tono serio y pausado:
-No debéis estar triste afligiros,
mi señor, no tenéis más que proporcionarme si me das una bolsa y un par
de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no
es tan pobre como piensas pensáis.
Aunque el dueño del gato no
se creía mucho lo que le decía, pero pensó que era mejor confiar en el.
El amo del gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto dar
tantas muestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los
pies o esconderse en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de
verse socorrido por él en su miseria.
Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se colocó las botas y
echándose la bolsa al cuello, sujetó los cordones de ésta con las dos patas
delanteras, y se dirigió a un campo donde había muchos conejos. Puso afrecho
y hierbas en su saco y se tiró tendiéndose en el suelo como si
estuviese muerto, aguardó a que algún conejillo, poco conocedor aún de las
astucias de este mundo, viniera a meter su hocico en la bolsa para comer lo
que había dentro. No bien se hubo recostado, cuando se vio satisfecho. Un minuto después de que el gato estuviera
tumbado haciéndose el dormido en el suelo, un conejillo despistado se metió en
el saco y lo cazó.Un atolondrado conejillo se metió en el saco y el
maestro gato, tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia.
Muy contento ufano
con su presa, fue donde el rey y pidió hablar con él. Lo hicieron subir a los
aposentos de Su Majestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia ante el
rey, y le dijo:
-He aquí, Majestad, un conejo de campo que el señor Marqués
de Carabás (era el nombre que inventó para su amo) me ha encargado obsequiaros
de su parte.
-Dile a tu amo, respondió el Rey, que le doy las gracias y que me
agrada mucho.
En otra ocasión, se ocultó en un trigal, dejando siempre su saco
abierto; y cuando en él entraron dos perdices, tiró los cordones y las cazó a
ambas. Fue en seguida a ofrendarlas al Rey, tal como había hecho con el conejo
de campo. El Rey recibió también con agrado las dos perdices, y ordenó que le
diesen de beber.
El gato continuó así durante dos o tres meses llevándole de vez en
cuando al Rey regalos productos de
caza de su amo. Un día supo que el Rey iría a pasear a orillas del río con
su hija, la más hermosa princesa del mundo, y le dijo a su amo:
-Si me haces caso todo irá
bien. Date un baño en el río en el sitio que yo te diga y yo haré el resto.Sí
queréis seguir mi consejo, vuestra fortuna está hecha: no tenéis más que
bañaros en el río, en el sitio que os mostraré, y en seguida yo haré lo demás.
El Marqués de Carabás hizo lo que su gato le aconsejó, sin saber
de qué serviría. Mientras se estaba bañando, el Rey pasó por ahí, y el gato se
puso a gritar con todas sus fuerzas:
-¡Socorro, socorro! ¡El señor Marqués de Carabás se está ahogando!
Al oír el grito, el Rey asomó la cabeza por la portezuela y,
reconociendo al gato que tantas veces le había llevado regalos caza, ordenó a sus guardias que acudieran
rápidamente a socorrer al Marqués de Carabás. En tanto que Mientras sacaban del río al pobre
Marqués, el gato se acercó a la carroza y le dijo al Rey que mientras su amo se
estaba bañando, unos ladrones se habían llevado sus ropas pese a haber gritado
¡al ladrón! con todas sus fuerzas; el pícaro del gato las había escondido
debajo de una enorme piedra.
El Rey ordenó de inmediato a los encargados de su guardarropa que
fuesen en busca de sus más bellas vestiduras para el señor Marqués de Carabás. El Rey lo trató muy bien y como el traje que
le había dejado le hacía parecer más guapo y más alto, le gustó mucho a su hija
tanto que se enamoró de él. e hizo mil atenciones, y como el hermoso
traje que le acababan de dar realzaba su figura, ya que era apuesto y bien
formado, la hija del Rey lo encontró muy de su agrado; bastó que el Marqués de
Carabás le dirigiera dos o tres miradas sumamente respetuosas y algo tiernas, y
ella quedó locamente enamorada.
El Rey quiso que subiera a su carroza y lo acompañara en el paseo.
El gato, encantado al ver que su proyecto empezaba a resultar, se adelantó, y le dijo a unos segadores que por favor
dijeran que la tierra era del Marqués de Carabás, los segadores muy
sorprendidos de que les hablase un gato, decidieron hacerle caso. habiendo
encontrado a unos campesinos que segaban un prado, les dijo:
-Es del señor Marqués de Carabás -dijeron a una sola voz, puesto
que la amenaza del gato los había asustado.
-Tenéis aquí una hermosa tierra
heredad -dijo el Rey al Marqués de Carabás.
-Veréis, Majestad, es una tierra que no deja de producir con
abundancia cada año.
El maestro gato, que iba siempre delante, encontró a unos
campesinos que cosechaban y les dijo:
-Buena gente que estáis cosechando, por favor, decidle a quien os pregunte que estas tierras pertenecen si
no decís que todos estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, os
haré picadillo como carne de budín. Los
campesinos al ver que el gato les hablaba decidieron hacerles caso.
El Rey, que pasó momentos después, quiso saber a quién pertenecían
los campos que veía.
-Son del señor Marqués de Carabás, contestaron los campesinos, y
el Rey nuevamente se alegró con el Marqués.
El gato, que iba delante de la carroza, decía siempre lo mismo a
todos cuantos encontraba; y el Rey estaba muy asombrado con las riquezas del
señor Marqués de Carabás.
El maestro gato llegó finalmente ante un hermoso castillo cuyo
dueño era un ogro, el más rico que jamás se hubiera visto, pues todas las
tierras por donde habían pasado eran dependientes de este castillo.
El gato, que tuvo la precaución de informarse acerca de quién era
este ogro y de lo que sabía hacer, pidió hablar con él, diciendo que no había
querido pasar tan cerca de su castillo sin tener el honor de hacerle la
reverencia. El ogro lo recibió en la forma más cortés que puede hacerlo un ogro
y lo invitó a descansar.
-Me han asegurado -dijo el gato- que vos tenías el don de
convertiros en cualquier clase de animal; que podíais, por ejemplo,
transformaros en león, en elefante.
-Es cierto -respondió el ogro con brusquedad- y para demostrarlo
veréis cómo me convierto en león.
El gato se asustó tanto al ver a un león delante de él que en un
santiamén se trepó a las canaletas, no sin pena ni riesgo a causa de las botas
que nada servían para andar por las tejas.
Algún rato después, viendo que el ogro había recuperado su forma
primitiva, el gato bajó y confesó que había tenido mucho miedo.
-Además me han asegurado -dijo el gato- pero no puedo creerlo, que
vos también tenéis el poder de adquirir la forma del más pequeño animalillo;
por ejemplo, que podéis convertiros en un ratón, en una rata; os confieso que
eso me parece imposible.
-¿Imposible? -repuso el ogro- ya veréis-; y al mismo tiempo se
transformó en una rata que se puso a correr por el piso.
Apenas la vio, el gato se echó encima de ella y la atrapó.y se la comió.
Entretanto, el Rey, que al pasar vio el hermoso castillo del ogro,
quiso entrar. El gato, al oír el ruido del carruaje que atravesaba el puente
levadizo, corrió adelante y le dijo al Rey:
-Vuestra Majestad sea bienvenida al castillo del señor Marqués de
Carabás.
-¡Cómo, señor Marqués -exclamó el rey- este castillo también os
pertenece! Nada hay más bello que este patio y todos estos edificios que lo
rodean; veamos el interior, por favor.
El Marqués ofreció la mano a la joven Princesa y, siguiendo al Rey
que iba primero, entraron a una gran sala donde encontraron una magnífica merienda colación que el ogro
había mandado preparar para sus amigos que vendrían a verlo ese mismo día, los cuales
no se habían atrevido a entrar, sabiendo que el Rey estaba allí.
El Rey, encantado con las buenas cualidades del señor Marqués de
Carabás, al igual que su hija, que ya estaba loca de amor viendo los valiosos
bienes que poseía, le dijo, después de haber bebido cinco o seis copas:
-Sólo dependerá de vos, señor Marqués, que seáis mi yerno.
El Marqués, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que le
hacia el Rey; y ese mismo día se casó con la Princesa. El gato se convirtió en
gran señor, y ya no corrió tras las ratas sino para divertirse.
contar con un legado sustancioso
recibido en heredad por sucesión;
más los jóvenes, en definitiva
obtienen del talento y la inventiva
más provecho que de la posición.
en una princesa suscitar sentimientos
tan vecinos a la adoración,
es porque el vestir con esmero,
ser joven, atrayente y atento
no son ajenos a la seducción.
Las hadas - Charles Perrault (adaptación texto
C.Máñez)
Nota: El texto ha sido modificado para alumnos de 5-6 años. La
cursiva son palabras o frases adaptadas y el tachado son las frases originales.
Érase una viuda que tenía dos hijas; la mayor se le parecía tanto
en el carácter y en el físico, que quien veía a la hija, le parecía ver a la
madre. Ambas eran tan desagradables y orgullosas que no se podía vivir con
ellas. La menor, verdadero retrato de su padre por su dulzura y suavidad, era
además de una extrema belleza. Pues
resulta que la madre quería muchísimo a su hija mayor, y a la pequeña no la
quería tanto. Como por naturaleza amamos a quien se nos parece, esta
madre tenía locura por su hija mayor y a la vez sentía una aversión atroz por
la menor. La hacía comer en la cocina y trabajar sin cesar.
Entre otras cosas, esta pobre niña tenía que ir dos veces al día a
buscar agua muy lejos de casa a
una media legua de la casa, y volver con una enorme jarra llena.
Un día que estaba en la fuente, se le acercó una pobre mujer
rogándole que le diese de beber.
-Como no, mi buena señora -dijo la hermosa niña.
Y enjuagando de inmediato su jarra, sacó agua del mejor lugar de
la fuente y se la ofreció, sosteniendo siempre la jarra para que bebiera más
cómodamente. La buena mujer, después de beber, le dijo:
-Eres tan bella, tan buena y tan amable, que no puedo dejar
de hacerte un don -pues era un hada que había tomado la forma de una pobre
aldeana para ver hasta dónde llegaría la gentileza de la joven-. Te concedo el
don -prosiguió el hada- de que por cada palabra que pronuncies saldrá de tu
boca una flor o una piedra preciosa.
Cuando la hermosa joven llegó a casa, su madre la regañóreprendió por regresar tan tarde
de la fuente.
-Perdón, madre mía -dijo la pobre muchacha- por haberme demorado-;
y al decir estas palabras, le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos
grandes diamantes.
-¡Qué estoy viendo! -dijo su madre, llena de asombro-; ¡parece que
de la boca te salen perlas y diamantes! ¿Cómo es eso, hija mía?
Era la primera vez que le decía hija.
La pobre niña le contó ingenuamente todo lo que le había pasado, no
sin botar una infinidad de diamantes.
-Verdaderamente -dijo la madre- tengo que mandar a mi hija; mira NIcolasa, Fanchon, mira lo que
sale de la boca de tu hermana cuando habla; ¿no te gustaría tener un don
semejante? Bastará con que vayas a buscar agua a la fuente, y cuando una pobre
mujer te pida de beber, ofrecerle muy gentilmente.
-¡No faltaba más! -respondió groseramente la joven- ¡ir a la
fuente!
-Deseo que vayas -repuso la madre- ¡y de inmediato!
Ella fue, pero siempre refunfuñando. Tomó el más hermoso jarro de
plata de la casa. No hizo más que llegar a la fuente y vio salir del bosque a una
dama magníficamente vestida ataviada
que vino a pedirle de beber: era la misma hada que se había aparecido a su
hermana, pero que se presentaba bajo el aspecto y con las ropas de una
princesa, para ver hasta dónde llegaba la maldad de esta niña.
- De eso nada-¿Habré
venido acaso -le dijo esta grosera mal criada- para darte de beber? ¡Justamente
he traído un jarro de plata nada más que para dar de beber a su señoría! De
acuerdo, bebe directamente, si quieres.
-No eres nada amable -repuso el hada, sin irritarse-; ¡está bien!
ya que eres tan poco atenta, te otorgo el don de que a cada palabra que
pronuncies, te salga de la boca una serpiente o un sapo.
La madre no hizo más que divisarla y le gritó:
-¡Y bien, hija mía?
-¡Y bien, madre mía! -respondió la malvada, echando dos víboras y
dos sapos.
-¡Cielos! -exclamó la madre- ¿qué estoy viendo? ¡Tu hermana tiene
la culpa, me las pagará! -y corrió a pegarle.
La pobre niña se fué arrancó
y corrió y fue a refugiarse en
el bosque cercano. El hijo del rey, que regresaba de la caza, la encontró y
viéndola tan sola hermosa le preguntó qué hacía allí sola y por qué
lloraba.
-¡Ay!, señor, es mi madre que me ha echado de la casa.
El hijo del rey, que vio salir de su boca cinco o seis perlas y
otros tantos diamantes, le rogó que le dijera de dónde le venía aquello. Ella
le contó toda su aventura.
El hijo del rey se enamoró de ella porque se dio cuenta lo buena
que era y fueron felices siempre..considerando que semejante don valía
más que todo lo que se pudiera ofrecer al otro en matrimonio, la llevó con él
al palacio de su padre, donde se casaron.
En cuanto a la hermana se
dio cuenta que tenía que ser buena con todas las personas sin importar su clase
u origen, y el hada la perdonó y consiguió vivir feliz también con su madre a
la que también se le ablandó el corazón viendo el cambio de su hija. se
fue haciendo tan odiable, que su propia madre la echó de la casa; y la infeliz,
después de haber ido de una parte a otra sin que nadie quisiera recibirla, se
fue a morir al fondo del bosque.
son del ánimo influjos favorables,
Sin embargo los discursos agradables
son más fuertes aun, más gravitantes.
exige esfuerzo y mucho afán
que en el momento menos pensado
su recompensa recibirán.
EDAD SELECCIONADA – Común a los tres cuentos
Creo que la edad más adecuada para poder trabajar con estos
cuentos es el último curso de educación infantil correspondiente a la edad de
5-6 años.
Los niños de esta edad se encuentran en la etapa de pensamiento
intuitivo. En esta edad el niño desarrolla su autoconcepto y autoestima. Ya
tiene una vida imaginativa abundante. Según Piaget los niños de entre 5 y 6
años se encuentran en la etapa de pensamiento intuitivo:
Esta etapa se caracteriza por la intensidad en las relaciones
sociales, la cual le permite junto con la capacidad de lenguaje, el impulso del
pensamiento, el niño comienza a separar realidades físicas de las mentales, por
lo que esta edad será adecuada para poder hacer una interpretación propia de
los cuentos narrados.
ADAPTACIONES
Común a los tres cuentos
Las adaptaciones que he realizado han sido las siguientes:
- - He hecho adaptaciones lingüísticas sobre el texto original para utilizar palabras que los niños puedan entender (marcadas en el texto).
- - Lo mismo he hecho con frases con estructura más complicada. Las he convertido en frases más sencillas y adaptadas al lenguaje de hoy en día.
- - He excluido algunas frases complicadas que no añaden contenido sino formas demasiado recargadas.
El traje nuevo del emperador – Hans Christian Andersen
No he realizado ninguna adaptación de contenido, sólo lingüística
para que los niños lo comprendan mejor.
El gato con botas y Las hadas - Charles Perrault
En el caso de estos dos cuentos de Perrault, además de las
adaptaciones lingüísticas:
- He cambiado cualquier nota violenta por ajustes más propios de niños de infantil. Perrault hace muchas alusiones a la muerte, amenazas y castigos explícitos, me ha parecido conveniente omitir cualquier alusión a la muerte (por ejemplo en el gato con botas en vez de dar caza a los animales y dárselos muertos al rey se los entrega vivos), o a las amenazas (el gato con botas amenaza a los campesinos con hacerles picadillo si no dicen que las tierras son de su dueño. En vez de eso, se lo pide “por favor”) o los castigos de la madre a su hija pequeña (directamente eliminados).
- He cambiado el final de “Las hadas”, porque la hermana termina muerta por malvada y lo he cambiado porque recapacita y se da cuenta que siendo buena se siente mejor. Este cambio también llega a la madre y las dos viven felices.
- He preferido no hacer tanta alusión a la belleza de la hija en las hadas ni a la princesa en el gato con botas, ya que me gustaría trasmitir que lo importante no es lo bella que sea alguien sino lo bondadosa.
- He omitido las moralejas en los dos cuentos, ya que no tratan de moralizar sino de hacerles disfrutar.
- He cambiado algunos nombres propios como "Fachón" por "Nicolasa" más castellanizado.
COMO TRABAJAR EL CUENTO EN EL AULA
El traje nuevo del emperador – Hans Christian Andersen
Sentaría a todos los niños en círculo y comenzaría preguntándoles
que es un sastre. Seguro que hay algún niño que no sabe lo que es y creamos un
pequeño debate con ideas curiosas e interesantes.
Después comenzaría a leerles el cuento. Con gran teatralidad y
poniendo voces haría las pausas necesarias para preguntarles que opinan de cada
personaje y que creen que puede pasar.
Al terminar el cuento haría un pequeño coloquio intercambiando
ideas. Que cada niño exprese lo que cree que ha pasado y que me diga lo que más
le ha gustado y lo que menos.
Aunque la finalidad de los cuentos folclóricos no es enseñar nada,
me encanta la didáctica del aprendizaje por proyectos. Me parece que, al hilo
del simple disfrute del cuento, pueden venir temas tan interesantes como la
autoestima, la identidad individual , o conocerse a sí mismo. A parte de
conocer profesiones que hoy no se estilan mucho como costureras, sastres…etc.
Corrección -
Además haría unas preguntas como:
- ¿Cómo te hubieras sentido si hubieras sido tu el emperador?
- ¿Qué os parece lo que hicieron los sastres mentirosos?
- ¿Qué podemos aprender de esta historia?
El gato con botas - Charles Perrault
Para trabajar este cuento pondría a todos los niños como en asamblea,
los sentaría en cojines cómodos y hablaría de las mascotas. Les preguntaría
quien tiene mascotas, como se llaman y como se portan. Aquí el pequeño debate
antes de la lectura.
Es importante que durante la lectura expresar bien las intenciones
de cada personaje.
Lo leería, sin más, poniendo énfasis en las discusiones, en las
admiraciones, y cada matiz.
Pararía para preguntarle a los niños, que va a pasar, que
comentaran, que hablaran, incluso que pusieran alguna voz.
Una vez terminado el cuento, les preguntaría que les ha parecido,
si les ha gustado y que parte les ha gustado más.
Después jugaría a hacer una versión alternativa, unos días más
tarde. Preguntaría si se acuerdan del libro del Gato con Botas, y les propondría
hacer una historia entre todos. Yo comienzo a leer, y cada niño va inventando
una parte de la historia.
Podemos hacer murales con la nueva historia del Gato con Botas versión
“mi clase”.
Como actividad le diré que la cuenten en casa y que me digan al día
siguiente si les ha gustado a sus papás/hermanos.
Corrección -
Además haría unas preguntas como:
- ¿Qué parte del cuento te ha parecido más triste?
- ¿Cómo te parece que el Gato con Botas se comportaba con los aldeanos del pueblo?
- ¿Qué podemos aprender de esta historia?
Las Hadas - Charles Perrault
Este cuento es más delicado. Hay partes un poco “duras” que pueden
suscitar ciertos miedos entre los pequeños.
Igual que los dos anteriores, empezaría en el rincón de lectura,
todos cómodos y con ganas de escuchar.
Empezaría a contar el cuento, como siempre, con voces, matices y
parando cuando sea necesario.
Una vez terminamos, les pregunto, que les ha parecido, que les ha
gustado y que no y si creen que puede pasar. Hablaríamos de la imaginación. De
la fantasía.
Y les pediría que imaginasen cosas que les gustaría que pasasen.
De sus sueños y de las cosas que le dan miedo.
Haríamos dos cajas, una con sus sueños y sus fantasías y otras con
las cosas que les dan miedo. Escritas en papel. Yo les ayudaría a hacerlo. Una
vez escritas las meteríamos en las cajas, y trabajaríamos un día los miedos y
otro los sueños. En relación con los miedos, los hablaríamos entre todos, crearíamos
un debate y pediríamos la opinión a todos. Así, hablando los miedos se van.
Pasadas semanas, actualizaríamos la caja, quitaríamos los miedos que ya se han
ido. La caja se puede abrir en cualquier momento para poder meter un miedo
nuevo.
Con los sueños y fantasías hacemos lo mismo. La tertulia será mas
animada, y podremos dejar que cada niño hable con total libertad sobre lo que
le gusta, lo que desea, lo que sueña…
Esta actividad, al hilo del cuento (presupongo que les dará un
poquito de miedo que a la hermana le salgan sapos por la boca), es genial para
conocer los sueños y miedos de cada uno. Esto trae muchísimas cosas positivas,
entre ellas conocer mejor a los niños que tenemos en clase y tratar a cada uno
como lo necesita, y por otro lado, la posibilidad de “utilizar” todos los
sueños y los miedos que nos han contado para los siguientes proyectos en el aula.
Corrección -
Además haría unas preguntas como:
- ¿Qué harías si te encuentras a una señora que te pide agua?
- ¿Qué te parece como se comportaron las hermanas con las personas que se encontraron en el río?
- ¿Qué podemos aprender de esta historia?
Además haría unas preguntas como:
- ¿Qué harías si te encuentras a una señora que te pide agua?
- ¿Qué te parece como se comportaron las hermanas con las personas que se encontraron en el río?
- ¿Qué podemos aprender de esta historia?
Bibliografia
- · Jacob Grimm; Wilhelm Grimm; Charles Perrault; A.N. Afanásiev; Hans Christian Andersen. (2017). El libro de los 101 cuentos. Europa: Anaya.
- · Labajo, I (2018). Apuntes de literatura infantil.
- · NE. (11 de 2017). Historía y Biografía. Obtenido de https://historia-biografia.com/hans-christian-andersen
- · Nieves, L. L. (s.f.). Ciudad Seva. Obtenido de El traje nuevo del emperador - Hans C. Andersen: http://ciudadseva.com/texto/el-traje-nuevo-del-emperador
- · Nieves, L. L. (s.f.). Ciudad Seva. Obtenido de El gato con botas- Perrault http://ciudadseva.com/texto/el-gato-con-botas-perrault
- · Nieves, L. L. (s.f.). Ciudad Seva. Las Hadas- Perrault http://ciudadseva.com/texto/Las-Hadas-perrault/
Está genial. Solo tienes que completar una cuestión para que la actividad sea perfecta:
ResponderEliminarIncluye las preguntas concretas con las que dinamizarías el diálogo despues de cada unade las narraciones:
- Las que ponen a los niños en la situación de los personajes (¿qué haríais si...?)
- Las que juzgan sus acciones (¿qué os parece lo que hizo X?--- NO: ¿Os parece BIEN lo que hizo X?).
- Qué podemos aprender de esta historia (recuerda que no es necesario que la respuesta sea la misma que darías tú desde tu mentalidad adulta).
Muchas gracias Irune,
EliminarYa está corregido.
Perfecto.
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